Cada vez que el ascensor se detenía en la planta en la que se encuentra la puerta por la que salen del Hospital do Salnés los profesionales que allí trabajan, el denso murmullo cesaba y la respiración se contenía. «Lo siento, no soy yo», decía apurada una de las mujeres que llegó en el elevador en una de estas. Cuando la puerta se abrió, ante ella se encontró con un pasillo tomado de gente a la que corrió a unirse. Todas esas personas —unas vestidas de calle, otras aún con ropa de faena; unas a punto de irse, otras preparadas para entrar de turno— se habían dado cita para rendirle un homenaje a una de las suyas. Y es que Chus Augusto Obes, una veterana auxiliar de enfermería que hoy cumple 67 años, cerraba una etapa de su vida y afrontaba una nueva: la jubilación.

Chus es una de esas rara avis que no tiene ningunas ganas de colgar su bata profesional. «Me encanta mi trabajo», confiesa, y asegura que si no fuese que la edad comienza a pasarle factura, no lo dejaría. «Es mi vida», dice. Sostienen sus compañeras que no son simples palabras: poca gente hay, dicen, que sienta como ella una auténtica devoción por su trabajo, por cuidar al prójimo y tener siempre «una palabra amable, un gesto de cariño para reconfortar a quien lo necesita», fuesen pacientes o compañeras y compañeros de pasillos y de guardias.

Por eso, todo ese personal quiso ayer ofrecerle un hermoso recuerdo. «Un más que merecido homenaje», explican las mujeres que están tras la organización del mismo. «Es una compañera muy querida, y no es de extrañar. Es una mujer fuerte que siempre se ha volcado con los demás y por eso en la comida que le hemos organizado hay apuntadas 85 personas, más que en la cena de Navidad», comentaban mientras esperaban a que el ascensor abriese sus puertas para dejar paso a Chus.

Y el ansiado momento, por fin, llegó. Al abrirse la puerta y escuchar el atronador aplauso con el que fue recibida, la homenajeada no pudo contener las lágrimas. Cruzó el pasillo que le habían hecho saludando, dando abrazos y devolviendo sonrisas y lágrimas. «Me hicisteis sentir como una actriz de Hollywood», exclamaba una vez en la calle, lo ojos aún humedecidos por la emoción. 

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