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Este martes, 20 de septiembre, la Organización de Naciones Unidas (ONU) reveló que el Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) y la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim), organismos de inteligencia del Estado, fungen «como estructuras bien coordinadas y eficaces para la ejecución de un plan, orquestado desde los niveles más altos del gobierno, para reprimir la disidencia mediante la comisión de crímenes de lesa humanidad».
La Misión en su informe analizó las cadenas de mando y las responsabilidades por las violaciones y los delitos cometidos y en ambos centros de detención, se determinó que el Estado venezolano utiliza los servicios de inteligencia y sus agentes para reprimir y violar derechos humanos a través de torturas y violencia física y sexual.
A continuación, las claves del informe de la ONU sobre las violaciones a los derechos humanos y los crímenes de lesa humanidad cometidos por estos dos organismos de seguridad:
La Misión ha documentado 122 casos de víctimas que fueron sometidas a tortura, violencia sexual y/u otros tratos crueles, inhumanos o degradantes perpetrados por agentes de la DGCIM entre 2017 y 2019. Los períodos de mayor incidencia de estos actos fueron 2018 y 2019.
Según el informe de la Misión, Iván Hernández Dala, jefe de la DGCIM, «ordenó torturas tanto físicas como psicológicas«, manteniendo a las personas detenidas en completo aislamiento, lo que se conoce internamente en la DGCIM como la “psicología del olvido”.
Esto consistía en proporcionarle a la persona detenida una hidratación y alimentación mínimas, prohibirle el contacto con sus familiares y ordenarle que durmiera en el suelo bajo una iluminación constante.
El informe señaló que casi todos los actos de tortura se llevaron a cabo en la sede de la DGCIM en Boleíta durante los interrogatorios. Las sesiones de tortura podían durar días o semanas. Algunas personas detenidas también fueron torturadas en períodos posteriores de detención en Boleíta, generalmente con el fin de extraer nueva información o para castigarlas.
La Misión informó que no solo se realizaban actos de tortura para demostrar el control de la DGCIM sobre las personas detenidas, sino también para «extraer una confesión, obtener información, castigar, intimidar, humillar o coaccionar».
Los funcionarios y las funcionarias de la DGCIM también maltrataban a las personas detenidas para extraer las contraseñas de sus teléfonos, redes sociales, correos electrónicos o cuentas bancarias, a veces para robarles dinero.
El documento detalló que, en casi todos los casos, las personas detenidas permanecían encapuchadas durante las sesiones de tortura, pero en ocasiones podían reconocer a sus torturadores por la voz o por el olor.
En algunos casos, las víctimas fueron testigos presenciales de actos de tortura infligidos a otras personas detenidas, pudiendo observar estos actos a través de las grietas bajo las puertas de las celdas.
La Misión tiene información sobre patrones de conducta en los métodos de tortura utilizados por funcionarios de la DGCIM, tanto por hombres como mujeres, contra las personas detenidas.
La sede de la DGCIM se encuentra en Boleíta Norte. Según la Misión, todos los sectores del Sótano 1 de la DGCIM, eran totalmente herméticos y no tenían luz natural.
Las celdas no tenían ventanas, sino un agujero en la puerta por donde se pasaba la comida. A través de ese agujero, los detenidos podían ver a otros detenidos, encapuchados, que eran llevados hacia o desde las sesiones de tortura.
La celda 4, denominada el “Cuarto de los Locos”, se utilizaba como zona de castigo y tortura. La celda mide unos 2 x 2 metros y no tiene fuente de luz ni de agua, mientras que sus paredes están cubiertas con colchones. Varios testigos le dijeron a la Misión que las condiciones en la celda eran extremadamente duras.
La Misión también recibió información sobre una celda a la que se referían como la “Nevera”, donde constantemente soplaba aire acondicionado muy frío, y donde al menos, un detenido pasó varios meses.
La Misión recibió información sobre otras celdas de tortura situadas en el Sótano 1: el “Ascensor” y la “Piscina”. La “Piscina” ha sido descrita como un tanque de petróleo, lleno de agua, con un dispositivo de tortura llamado “señorita” por encima, donde los prisioneros eran atados y luego sumergidos bajo el agua para ser torturados.
El “Ascensor” es un viejo ascensor que no funciona, en el cual las personas detenidas dormían, tanto dentro como en el pasillo exterior. También, se utilizaba como celda de castigo, y las personas detenidas permanecían en completa oscuridad cuando se cerraba la puerta.
La Misión informó en su más reciente informe que estos tratos crueles de torturas han provocado lesiones físicas graves y permanentes en las víctimas.
Los casos identificados por la Misión incluían la pérdida de funciones sensoriales o motoras, lesiones reproductivas (tales como daños permanentes en los testículos), un embarazo perdido, sangre en la orina y costillas rotas, entre otros.
Estos actos también provocaron traumas psicológicos graves y depresión. Las personas detenidas declararon sufrir estrés postraumático y tener pesadillas recurrentes. Al menos tres personas intentaron suicidarse durante su detención.
En varios de los casos investigados por la Misión, las víctimas no fueron llevadas a un profesional médico antes de su comparecencia inicial ante el tribunal. Los profesionales médicos del Servicio Nacional de Medicina y Ciencias Forenses (SENAMECF) evaluaron a las personas detenidas y certificaron que estaban en buen estado físico, a pesar de que tenían lesiones visibles.
En algunos casos, las evaluaciones forenses se hicieron días o meses después de que se llevara a cabo la tortura y cuando las heridas ya se habían curado. Esto incluye a un detenido que no recibió atención médica hasta varios meses después de haber sido torturado.
En otros, las personas también fueron sometidas a castigos severos mientras esperaban el juicio, incluidas represalias en caso de que se quejaran. Las personas detenidas también sufrían este tipo de maltrato si otras personas eran sorprendidas infringiendo las normas.