—Buenos días, ¿quién de ustedes tiene discapacidad? Me han indicado desde la Oficina de Discapacidad que hay más de uno.

Muchos alumnos se ríen; otros, otean el horizonte de una clase en donde entre los ciento y pico solamente han puesto etiqueta a dos. El profesor sabe que en su clase hay dos personas que debe identificar: «si quieren pónganse una D en el pupitre».

Ellos se callan. Obviamente ser distinto o tener el nombre de turno ya ha sido suficiente en el colegio: el gordo; el gafotas; la jirafa; la morsa y así hasta llegar a ese lugar en donde se supone que ya no te iban a nombrar. Ahora tener discapacidad, ser discapacitado o persona con diversidad funcional que es la forma eufemística de relatar un problema, no es mejor.

Efectivamente la discapacidad sensorial no se nota. Solamente las personas que la padecen —porque esto se padece—, no se olviden, no se goza ni se acostumbra uno como dicen los que no saben de qué va de la misa, la mitad, se vive adaptándose al medio como decía Darwin.

Y sí, todos los que salen al ruedo de la vida sin menos, tienen no solo la discapacidad sino la fuerza de tener que combatir contra aquellos que se los llevan por delante; esos que los ignoran; esos que no saben de qué va la vida porque se supone que somos todos capaces, en mayúsculas.

En las universidades españolas hay 23.000 personas con discapacidad según un estudio de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), publicado en la revista académica International Journal of Educational Research.

«La revelación de la discapacidad en el ámbito de la educación superior es un paso previo y necesario para poder acceder a las adaptaciones académicas a las que este grupo de estudiantes tiene derecho según la legislación, y este es un proceso que la literatura científica ha identificado como clave para alcanzar una igualdad efectiva de oportunidades para este colectivo en desventaja», apuntan los autores de esta investigación, Efrem Melián, doctorando de Educación y TIC (E-learning) de la UOC, y Julio Meneses, profesor de metodología de la investigación de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, director de Learning Analytics en el eLearning Innovation Center (eLinC) e investigador del grupo Género y TIC (GenTIC) del IN3.

Revelar que tienes una discapacidad es tanto como contar qué necesitas, qué adaptaciones son necesarias y tenemos que enfrentarnos a la vida desde donde sucede, la pérdida de cuanto tenemos frente a otros que estudian sin más.

Comunicar que se tiene una discapacidad llega a ser una empresa compleja cuando hablamos de barreras aún sin derribar porque no es fácil expresar qué nos pasa; qué necesitamos o cuántas cosas tenemos que sortear antes de llegar al aula.

En el historial de problemas radican también aquellos que tienen que ver con la falta de compañerismo, de empatía, de resolución de los problemas de otro que tiene algo menos que tú.

La discapacidad obvia, esa que se ve, es evidente y a veces nos sitúa en el lugar correspondiente. Un muchacho en una silla de ruedas necesita de un ascensor; necesita abrir más la puerta porque no cabe; necesita saber cómo puede sentarse y sobre todo, quién le va a transportar si él no puede.

Por otro lado, las invisibles; esas que acontecen y no dejan huella aíslan si cabe más al estudiante. Un sordo, o persona con discapacidad auditiva; un ciego o persona con discapacidad visual grave; una persona con baja visión, son a los ojos de los demás como ellos y no.

Estudiantes que tienen unos derechos reconocidos pero que están preocupados por demostrar que son incluso mejores que el resto y así, evitan el estigma, la etiqueta, el apellido que les hace distraer el foco y ser ellos los protagonistas de una historia; su propia historia.

Permanecer invisible, no contar lo que sucede y evitar que el profesor sepa qué pasa forma parte del modus vivendi si bien, esto conlleva a consecuencias muy negativas que repercuten de igual forma en el expediente académico de ese que no quiere llevar otro nombre en la carpeta.

Enfocar la discapacidad desde la infancia y dar a conocer que existe sería un punto de partida; así como la normalización de estas personas, ya etiquetadas por la vida, en trabajos, en medios de comunicación o en otros lugares en donde no solo no están sino que se les pone en el último rincón «porque tienes discapacidad y así no te ven».

Desde el marco de las instituciones, hacer un seguimiento del alumno y sus necesidades sin que éste tenga que recordar que la discapacidad se ha marchado sería importante. Hacer un seguimiento personalizado, implantar un departamento real de atención a la discapacidad no uno que engloba a todos como si fueran todos a una cesta sería lo ideal, sumado a un servicio específico, activo y personalizado que según los expertos debería existir ya en la universidad con el fin de hacer que estas personas vuelvan a ser personas. Qué cosas.

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Buenas tardes, don Fernando: Puede contactar con La Barandilla porque aún, hasta donde yo sé, no han comunicado la fecha…

Me gustaría saber la fecha de la próxima representación de esta obra. Gracias

Gracias por su pregunta y por seguirnos. Según informa el personal de Sendaviva (Tel. 948 088 100), la cartelería que…

Buenos días, ¿sabéis si hay algún tipo de adaptación para personas con discapacidad visual? Muchas gracias. Saludos.

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